EL SUEÑO SOBERANO QUE DESPERTÓ EN PESADILLA
“Huid del país donde uno solo ejerce todos los poderes: es un país de esclavos.” Simón Bolívar
El sabor amargo de ver un país desmoronarse a cámara lenta no es pesimismo; es la inercia de una caída libre. Cuando un gobierno confunde soberanía con ostracismo y dignidad con terquedad senil, el desenlace se calcula con la precisión de un reloj suizo. Hoy, México no huele a progreso, sino a la pútrida mezcla de pólvora, sangre y sucio papel moneda.
La verdad, aunque lacerante, es como el sueño soberano ha despertado en una pesadilla de la que pocos se atreven a nombrar. “Huid del país donde uno solo ejerce todos los poderes: es un país de esclavos”, advirtió Simón Bolívar. Los mexicanos, con la obcecación del sonámbulo, hemos corrido a abrazar nuestra propia cadena, adornándola con discursos de “cuarta transformación” y autonomía ilusoria.
Imagine la escena: un presidente estadounidense sonríe ante las cámaras mientras sus bombarderos despegan hacia Teherán. Horas antes, prometió "diálogo pacífico". ¿Engaño? Nosotros, en la fría antesala de la geopolítica, lo nombramos realpolitik teatral. Ahora, con un escalofrío que le hiele la médula, traslade tal guion a nuestra frontera norte. La sonrisa de Trump es una daga, afilada y curvada, no por su filantropía, sino por su cálculo perverso. México, en el discurso fiscal y senatorial estadounidense, ya mutó de “vecino incómodo” a enemigo catalogado. Pam Bondi nos ha hincado en el panteón de las amenazas globales, junto a Irán, China y Rusia. Lindsey Graham, sin ambages, ha sentenciado: “La mitad de México es de los cárteles”. La Casa Blanca evidencia el velo de nuestro “secreto” peor guardado: somos un narcoestado con bandera tricolor. ¿Patria? “La patria es la casa del hombre, no la del esclavo”, sentenció Bolívar. Hoy, la nuestra, se asemeja más un congal infestado.
En tanto, aquí seguimos discutiendo si fue un desliz o una confesión estratégica.
¡Que la indignación no le ciegue! Washington compra cuerpos (y almas), con 107,000 muertes por fentanilo (2022-2025) como factura geopolítica. El cerebro humano es un maestro en anestesiar verdades incómodas; MORENA, con pulcritud casi artística, lo ha elevado a canon: “El líder es puro, el sistema está podrido”. Washington no mastica ficciones; devora realidades. Su nuevo manual de operaciones ya está en marcha. Las sanciones a CI Banco, Intercam y Vector no son meros caprichos contables; son misiles dirigidos contra nuestra hipocresía nacional. La Orden Ejecutiva 14059, que cancela visas a familias de funcionarios, grita un mensaje tan claro como brutal: “Tu círculo paga por tus silencios”. ¡He aquí la narrativa bélica! Cuando un senador estadounidense demanda discutir “en privado” la política hacia México; prepárese lector: lo que se avecina no es diplomacia, es un ultimátum.
La respuesta oficial de México —un manual de cómo inmolarse geopolíticamente— ha sido exigir pruebas irrefutables a sanciones basadas en sospechas razonables. ¿Acaso le pedimos al huracán un acta notarial? Negar los lazos entre Alfonso Romo y Vector, mientras la CNBV exime a esta última, es jugar al póker con cartas marcadas, con un cinismo que raya en la afrenta a la inteligencia del más lego. Y por si la escena carecía de elegancia, mientras se urdía una reforma “soberanista” contra injerencias extranjeras, se pasó por alto —con calculada omisión— la creación de fiscalías autónomas para investigar el lavado de dinero interno. ¡Soberanía de fachada! Como esos cascarones virreinales que, al ser escrutados de cerca, revelan tugurios de mala muerte.
Escenario septiembre de 2025
Proyectemos estos elementos, como sombras al alba de septiembre de 2025. La administración de Claudia Sheinbaum se verá asediada por desafíos interconectados, con anomalías y fallos derivados de las políticas como de los sucesos que hoy nos convulsionan.
● La anomalía principal, al llegar septiembre, podría ser una percepción pública de debilitamiento de la autonomía judicial, con un incremento inquietante en la politización de la designación de jueces. Esto, inevitablemente, socavará la confianza de inversionistas y actores internacionales en nuestra certidumbre jurídica, impactando negativamente en la atracción de capital y en la estabilidad económica. La introducción de jueces “sin rostro” –¡oh, paradoja cruel! – podría ser percibida como un incremento obsceno en la opacidad en lugar de una mejora en la seguridad, generando fricciones con organizaciones de derechos humanos y socios internacionales, siempre tan celosos de los estándares democráticos.
● No es dictadura: es “ciberseguridad”. No es vigilancia militar: es “protección integral”. No es censura: es “bienestar emocional digital”. La ingeniería semántica del nuevo autoritarismo mexicano no grita, susurra. En vez de bayonetas, algoritmos; en vez de represión explícita, leyes ambiguas con rostro amable. La reforma al Código Penal poblano, la nueva Ley de Ciberseguridad y Telecomunicaciones, y la reciente ampliación del alcance de la Guardia Nacional no son piezas sueltas, sino engranes de una maquinaria perfectamente calibrada: construir al ciudadano dócil que se autocensura por precaución emocional. El mensaje es claro: “Puedes opinar… mientras no incomodes a nadie con poder, ni a sus emociones”.
● Lo fascinante es cómo este diseño se filtra en el sistema sociocultural mexicano, donde el miedo a la autoridad convive con la obsesión por no parecer conflictivo. Donde los intelectuales, con honrosas excepciones, se especializan en redactar diagnósticos sin filo y trincheras sin dientes. La estrategia es sutil pero quirúrgica: legislar el “tono”, castigar el “daño emocional”, monitorear los “riesgos comunicacionales” y entregarle a la Guardia Nacional la llave del silencio preventivo. No hace falta apagar las voces; basta con bajarles el volumen hasta que suenen razonables.
● En el pantano económico, la “narrativa” de la estabilidad colisionará, con una violencia sorda, con las presiones fiscales y la necesidad perentoria de “apretar” el cinturón. La absorción del CONEVAL por parte del INEGI —un movimiento que ya resuena con ecos ominosos— podría diezmar la capacidad de crítica y evaluación independiente de los programas sociales. El fallo potencial residiría en una subestimación deliberada de las métricas de pobreza y desigualdad, o en una insoportable merma de la transparencia en la rendición de cuentas. Con paso firme, esto nos conduciría a una desconexión abismal entre la percepción gubernamental de los “avances sociales” y la realidad vivida por el ciudadano de a pie, generando un descontento social latente que estallaría en protestas focalizadas o en una erosión silenciosa, pero letal, de la base de apoyo.
● En la relación bilateral con Estados Unidos, a pesar del discurso inicial de “buenos resultados” en la frontera, las sanciones financieras y las restricciones de visa persistirán e intensificarán. Aquí, la anomalía reside en una discordancia brutal entre la percepción oficial mexicana de “cooperación efectiva” y la persistente, casi obsesa, presión estadounidense sobre el crimen organizado y el lavado de dinero. El fallo potencial para la administración de Claudia Sheinbaum sería una subestimación, rayando en la ceguera, de la capacidad de Washington para imponer costos económicos y diplomáticos si no percibe avances sustanciales en la lucha contra los flujos financieros ilícitos. Esto podría traducirse en mayores trabas comerciales, demoras en proyectos bilaterales, o bien, una postura más dura en las negociaciones migratorias, impactando la estabilidad económica y social en las regiones fronterizas.
● Finalmente, la geopolítica seguirá siendo el telón de fondo de la tragedia mexicana. Cualquier escalada en Medio Oriente o en otros puntos bélicos del planeta podría generar nuevas olas migratorias o presiones en los precios de energía o alimentos, a las que México podría no estar, como suele ocurrir, suficientemente preparado. Un fallo sería la ausencia lacerante de una estrategia de anticipación ante choques externos, lo que nos condenaría a respuestas reactivas y a desviar recursos valiosos o la atención de la ya crítica agenda interna.
Querido lector, porque la apatía es el verdadero veneno, quizá la única herejía, la única salida digna, sea: matar al perro rabioso. No hay elección elegante, solo bisturí y fuego:
● Cirugía Profunda. Investigar a Romo y a Vector con fiscales extranjeros. No más teatro, sino con bisturí y testigos incómodos.
● Ablación del Cordón Umbilical. Cortar de tajo el cordón umbilical de AMLO y promulgar una Nueva Ley de Transparencia Radical. Auditorías obligatorias a todo funcionario en zonas narco. Derribar fueros, pulverizar inmunidades contra la traición.
● Contraataque Geoeconómico. Comercio en pesos con la Alianza del Pacífico, que el dólar deje de ser nuestro verdugo cotidiano.
Cerrando plaza
El México de la Revolución de las Conciencias juega al póker con las cartas boca arriba. Trump apuesta alto porque sabe nuestro talón de Aquiles: preferimos el autoengaño colectivo a la verdad incómoda. En tanto, la hora de los lobos se siente, huele ya a carroña política. 182 toneladas de fentanilo incautadas en 2025 bastarían para aniquilar tres veces América. Ese no es un "problema de seguridad": es “biocidio” institucionalizado. O bien, no es solo un crimen; es genocidio por negligencia.
Recuerde querido lector: el aire en México hoy se densifica con el tufo insoportable de la amalgama pútrida de pólvora, sangre y papel moneda sucio. No es pesimismo; es la fría física política. En México no se prohíbe pensar, solo se desalienta hacerlo en voz alta. Esa pedagogía del silencio, administrada por leyes “bienintencionadas”, es la versión posmoderna del viejo autoritarismo: ahora higiénico, digital y perfectamente legal.
Aquí el reto que quema y abrasa la conciencia: un pueblo que perdona la complicidad con el narco, firma su acta de defunción histórica. Creer que sancionar a Vector mancharía la "dignidad" nacional es de ilusos. O gobernamos el territorio o los cárteles regalarán la mitad al mejor postor.
Usted ya eligió leer hasta aquí. Ahora elija qué lado de la historia respirará. Esto no es mera opinión: es termografía de un Estado al borde del paro cardíaco geopolítico. Los tranquilizantes terminaron.
Aquí desde la rabia y la esperanza, porque en México, hasta los muertos se niegan a callar.
Que frase tan contundente de Simón Bolivar y tan vigente.